sábado, 13 de junio de 2009

Agricultura y Cambio Climático

Agricultura y Cambio Climático




El cambio climático a largo plazo, en particular el calentamiento del planeta, podría afectar a la agricultura en diversas formas, y casi todas son un riesgo para la seguridad alimentaria de las personas más vulnerables del mundo:
Sería menos previsible el clima en general, lo que complicaría la planificación de las actividades agrícolas.
Podría aumentar la variabilidad del clima, ejerciendo más presión en los sistemas agrícolas frágiles.
Los extremos climáticos –que son casi imposibles de prever- podrían hacerse más frecuentes.
Aumentaría el nivel del mar, lo que sería una amenaza para la valiosa agricultura de las costas, en particular en las islas pequeñas de tierras bajas.
La diversidad biológica se reduciría en algunas de las zonas ecológicas más frágiles, como los manglares y las selvas tropicales.
Las zonas climáticas y agroecológicas se modificarían, obligando a los agricultores a adaptarse, y poniendo en peligro la vegetación y la fauna.
Empeoraría el actual desequilibrio que hay en la producción de alimentos entre las regiones templadas y frías y las tropicales y subtropicales.
Se modificaría espectacularmente la distribución y cantidades de pescado y de otros productos del mar, creando un caos en las actividades pesqueras establecidas de los países.
Avanzarían plagas y enfermedades portadas por vectores hacia zonas donde antes no existían.
El calentamiento del planeta también podría tener algunos efectos positivos para los agricultores. El aumento del bióxido de carbono tiene efectos fertilizantes en muchos cultivos, esto incrementa las tasas de crecimiento y la eficiencia de la utilización del agua. Pero los expertos señalan que las numerosas interrogantes que quedan sobre este posible panorama tienen más peso que sus posibles beneficios.
La variabilidad del clima es el mayor problema para los agricultores de hoy
La variabilidad natural de las lluvias, de la temperatura y de otras condiciones del clima es el principal factor que explica la variabilidad de la producción agrícola, lo que a su vez constituye uno de los factores principales de la falta de seguridad alimentaria. Algunas zonas del mundo son particularmente proclives a dicha variabilidad, por ejemplo.
Los extremos del clima –acontecimientos violentos e infrecuentes como las inundaciones, la sequía y las tormentas- aunque son de carácter más espectacular, tienen un menor efecto conjunto en la producción agrícola que las deficiencias crónicas del clima. Tanto la variabilidad del clima como sus extremos pueden aumentar a consecuencia del calentamiento del planeta.
La FAO trabaja en dos niveles para reducir las consecuencias de la variabilidad del clima y del cambio climático en la seguridad alimentaria. La Organización se propone incrementar la capacidad de los agricultores de frente a dicha variabilidad:
fomentando un planteamiento agrícola “sin reproches”, con opciones que incrementan la eficiencia y la flexibilidad agrícolas en las condiciones actuales, y que también proporcionan a los agricultores una buena base si cambiaran las condiciones a largo plazo
promoviendo prácticas agrícolas que toleran la variabilidad del clima -utilización de variedades de cultivos resistentes a la sequía, por ejemplo, o una utilización más eficiente de los recursos hídricos- también se fortalece la capacidad del agricultor para adaptarse a los cambios a largo plazo.
La FAO colabora también con los encargados de tomar decisiones de los países y con la comunidad científica para mejorar la vigilancia tanto de las condiciones actuales como del cambio del clima a largo plazo, y para fomentar opciones de desarrollo con futuro:
Pero la agricultura no sólo es víctima del calentamiento del planeta. Actualmente, también es un factor que contribuye a ello y en el futuro podría participar considerablemente en la reducción del cambio atmosférico de la Tierra. Cerca del 25 por ciento de las emisiones de bióxido de carbono proceden del cambio de la explotación agraria (sobre todo de la deforestación en las zonas tropicales), y la utilización de fertilizantes es uno de los orígenes principales de los óxidos nitrosos producidos por el hombre. Como parte del planteamiento “sin reproches”, la FAO alienta los agricultores a que reduzcan el uso excesivo de fertilizantes nitrogenados –que son costosos, ineficientes y dañinos para el medio ambiente- y que prefieran variedades de ganado que conviertan con eficacia los piensos en carne y leche, reduciendo así las emisiones de metano.
Cerca de un tercio del calentamiento de la atmósfera y el cambio climático obedece a la agricultura. En general se reconoce que alrededor del 25% del principal gas que produce el efecto de invernadero, el bióxido de carbono, procede de la agricultura, sobre todo de la deforestación y la quema de biomasa. Los rumiantes domésticos, los incendios forestales, el cultivo de arroz en los humedales y los productos de desecho producen la mayor parte del metano que hay en la atmósfera, a la vez que la labranza convencional y la utilización de fertilizantes generan el 70% de los óxidos nitrosos.
Con demasiada frecuencia la agricultura química intensiva genera una espiral de degradación de suelos y aguas, reducción de rendimientos de las cosechas, destrucción ambiental, pobreza y hambre. No se conseguirá la seguridad y la soberanía alimentaria a través de técnicas obsoletas y de “parches” tecnológicos como el aumento constante de fertilizantes, pesticidas o cultivos transgénicos.
Además, la agricultura industrial basada en un uso intensivo de químicos degrada el suelo y destruye los recursos que son fundamentales para la fijación de carbono, como los bosques y el resto de comunidades vegetales.
Las mayores emisiones directas de la agricultura se deben al sobre-uso de fertilizantes. El informe detalla una variedad de prácticas agrarias que pueden reducir el cambio climático y que son fáciles de implementar.
Se puede cambiar la agricultura para que sea no solamente un emisor de GEI mucho menor, sino también para que se convierta en un sumidero de carbono que nos ayude a revertir la destructiva contribución al cambio climático.
El futuro de la agricultura y la ganadería pasa por una agricultura moderna que se relacione con la naturaleza y con la gente, no un modelo que vaya contra ellos. Millones de explotaciones de todos los continentes ya están demostrando que las agriculturas ecológica y sostenible pueden proveer suficiente alimento, aumentar la seguridad alimentaria, reponer los recursos naturales y generar mejores vidas para los agricultores y las comunidades locales.

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